LA PALABRA HOY
Hechos 4,8-12: Él es la piedra
rechazada... que se ha convertido en piedra angular.
Salmo 117: La piedra que rechazaron los
constructores se ha convertido en piedra angular.
1 Juan 3,1-2: Considerad el amor tan
grande que nos ha demostrado el Padre.
Jn 10,11-18: Yo soy el buen pastor.
Dos imágenes alegóricas nos sirven hoy
para profundizar en el misterio del Resucitado y en su
relación con los creyentes. Ambas manifiestan, además, una
dura recriminación frente a las actitudes encarnadas por los
dirigentes religiosos de Israel. La primera está tomada del
mundo de la arquitectura y la encontramos en el libro de los
Hechos que cita, a su vez, el salmo 117. Cristo es la piedra
que los constructores (las autoridades judías) rechazaron al
crucificarle, y que Dios, resucitándole de entre los muertos,
colocó como piedra angular de todo el edificio. La segunda
imagen está tomada del mundo rural y es plasmada con gran
belleza por el evangelista Juan. En ella Jesús se presenta
como el buen pastor que da su vida por las ovejas, mientras
que los fariseos se comportan como “asalariados” que huyen
ante el peligro, abandonando el rebaño porque no lo sienten
como cosa propia. Son imágenes que también a nosotros pueden
hacernos reflexionar sobre nuestra relación con el Señor.
LEEMOS Y COMPRENDEMOS
El cuarto domingo de Pascua nos invita a
contemplar a Jesús como Buen Pastor. Para hacerlo
adecuadamente hay que recordar que dicha imagen tiene diversas
connotaciones en el mundo de la Biblia. En primer lugar, este
título se aplica a Dios mismo, que guía y acompaña a su pueblo
a lo largo de la historia (Sal 23). Por otro lado, también son
llamados así los dirigentes políticos y religiosos de Israel.
Ellos, en nombre de Yavé, debían liderar y gobernar al pueblo,
aunque muchas veces no estuvieron a la altura de la misión
encomendada (Ez 34). De ahí que Jesús, en un contexto
claramente polémico, denuncie a las autoridades judías de su
tiempo, declarándose a sí mismo como el único buen pastor de
las ovejas.
• Proclamación de Jn 10,11-18:
11 Yo soy el buen pastor. El buen pastor
da la vida por las ovejas; 12 no como el asalariado que ni es
verdadero pastor ni propietario de las ovejas. Éste, cuando ve
venir al lobo, las abandona y huye. Y el lobo hace presa en
ellas y las dispersa. 13 El asalariado se porta así, porque
trabaja únicamente por la paga y no tiene interés por las
ovejas. 14 Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas
me conocen a mí, 15 lo mismo que mi Padre me conoce a mí y yo
lo conozco a él; y yo doy mi vida por las ovejas. 16 Pero
tengo otras ovejas que no están en este redil; también a éstas
tengo que atraerlas, para que escuchen mi voz. Entonces se
formará un rebaño único, bajo la guía de un solo pastor.
17 El Padre me ama, porque yo doy mi vida
para tomarla de nuevo. 18 Nadie tiene poder para quitármela;
soy yo quien la doy por mi propia voluntad. Yo tengo poder
para darla y para recuperarla de nuevo. Ésta es la misión que
debo cumplir por encargo de mi Padre.
• Tras unos momentos de silencio,
tratamos de descubrir el mensaje de este pasaje.
– Ya lo hemos dicho más arriba. La imagen
del buen pastor, aparentemente entrañable y bucólica, contiene
una fuerte denuncia contra los dirigentes judíos que son
considerados como falsos pastores de Israel. Por eso este
pasaje se entiende mejor si se lee en su contexto: la
discusión entre Jesús y los fariseos que sigue a la curación
del ciego de nacimiento (Jn 9,1-10,21).
– En primer lugar, Jesús compara la
actitud del buen pastor con la del pastor asalariado (Jn
10,11-13). ¿Cómo actúa cada uno de ellos con las ovejas? ¿Por
qué lo hace? ¿Qué consecuencias tiene el comportamiento de
ambos para el rebaño?
En el contexto de la polémica precedente,
Jesús se está comparando a sí mismo con los fariseos, que en
vez de servir al pueblo se han servido de él, lo han
abandonado a su propia suerte y han mirado sólo por su propio
interés. Podéis ver una reflexión muy parecida en las
recomendaciones que 1 Pe 5,1-5 hace a los presbíteros de la
comunidad cristiana.
– El segundo desarrollo, introducido,
como el primero, por la fórmula “yo soy el buen pastor” (Jn
10,14-15), se centra en la relación que existe entre Jesús y
los creyentes. ¿De qué manera está descrita esta relación en
el pasaje? Podréis observar que dicha relación se caracteriza
por el conocimiento mutuo. Teniendo en cuenta que en la Biblia
el verbo “conocer” alude a una íntima comunión entre las
personas, se habla aquí no de una relación superficial o
circunstancial, sino profunda y personal. En definitiva, de un
amor recíproco como el que existe entre Jesús y el Padre. Pero
más allá de esto, el texto insiste sobre todo en la entrega
sin reservas del buen pastor. Sin duda está pensando aquí en
la muerte de Jesús, como él mismo explica más adelante (Jn
10,17-18). Esto es lo que caracteriza al Buen Pastor: su
entrega voluntaria y total, hasta dar la vida por los demás.
– En la tercera parte del pasaje Jesús
habla también de “otras ovejas” que todavía no forman parte de
su redil (Jn 10,16). ¿Cuál es la actitud del buen pastor hacia
ellas? Bajo esta denominación se alude seguramente a los
paganos, es decir a aquellos que no formaban parte del pueblo
israelita. El pasaje contiene por tanto una dimensión
universalista según la cual la muerte de Jesús servirá para
convocar una comunidad en la que ya no tendrán vigencia las
fronteras y discriminaciones marcadas por la religiosidad
judía.
– La meditación sobre Jesús como Buen
Pastor nos invita, en primer lugar, al agradecimiento. Gracias
a su entrega por nosotros hemos conocido el amor que Dios nos
tiene. Este domingo puede ser también una buena ocasión para
agradecer el ministerio pastoral del Papa, los obispos, los
sacerdotes, los diáconos, los catequistas... llamados a
reproducir en medio de la comunidad la imagen de Cristo Buen
Pastor.
MEDITAMOS Y ACTUALIZAMOS
Puede ser que, para nuestra sensibilidad
moderna, la alegoría del pastor y las ovejas haya quedado un
tanto desfasada, sobre todo por aquello de que a nadie le
gusta sentirse como parte de un rebaño, de un colectivo
despersonalizado, masificado, sin identidad propia. Eso es
justamente lo que nunca debería pasarle a la comunidad
cristiana si sigue de verdad a Jesús y se deja guiar por él.
• Busco tu rostro (Fe)
– “Yo soy el buen
pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí”. ¿En qué
sentido te ayuda esta imagen a conocer mejor a Jesús y a
relacionarte con él?
– ¿Qué sentimientos y
actitudes provoca en ti el saberte conocido y amado por el
Señor?
• Ve y haz tú lo mismo
(Caridad)
– “El buen pastor da
la vida por las ovejas”. ¿A qué estilo de compromiso deberían
conducirnos estas palabras de Jesús? ¿En qué ocasiones
deberías ser buen pastor para quienes te rodean?
– Las actitudes del
Buen Pastor deberían ser reproducidas de un modo especial por
todos aquellos que en la Iglesia son llamados “pastores”. ¿Qué
actitudes te gustaría encontrar en ellos? ¿Cómo podríamos
ayudarles a encarnarlas?
• ¡Venga tu Reino!
(Esperanza)
– La imagen del pastor
y las ovejas podría interpretarse, como hemos dicho más
arriba, en un sentido muy peyorativo. ¿Qué elementos
encuentras en las palabras de Jesús que te ayuden a pensar con
esperanza en una Iglesia menos masificada y más comunitaria?
ORAMOS Y CELEBRAMOS
Podemos acabar nuestro
encuentro con un momento de oración, sintiendo que nuestras
vidas y la Iglesia toda están en las manos del Buen Pastor.
Para ambientar este
momento podemos colocar un símbolo apropiado, por ejemplo, un
cayado de pastor o algunas fotografías de personas que han
encarnado las mismas actitudes del Buen Pastor.
• Proclamamos de nuevo
Jn 10,11-18.
• Oramos
comunitariamente según haya resonado en nosotros este pasaje y
lo que hemos compartido a lo largo de la reunión.
• Acabamos cantando:
“Es mi pastor” u otro canto semejante. Si se prefiere se puede
terminar la reunión recitando juntos el salmo correspondiente
a la liturgia de hoy o bien el salmo 139: “Señor, tú me
examinas y me conoces”.
Las llagas
que mostraste a Tomás son las del buen pastor que, en un
contexto adverso y hostil, toma la determinación de dar la
vida y ofrecerla por sus ovejas…
Nadie,
Señor, te ha quitado la vida… Tu respuesta al mal del mundo
no ha sido violencia, crítica amarga, indiferencia o
lejanía, queja o pasividad o huida llena de miedo: tú has
tomado sobre ti el pecado del mundo y has entregado todo
por la vida del mundo.
Carlo Mª
Martini
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