«Fuego he venido a prender a la tierra» (Lc 12,49-53)


 

  

 

 

Mural de M. Cerezo

 


 

 FUEGO VIVO PARA LA VIDA

  1. Ambientación

Compartir la vida y compartir la Palabra da más sazón a la reflexión. Como ambientación para este encuentro nos podrían bien servir la colocación de un cirio encendido con la Biblia abierta en el texto a comentar, todo sobre un tapiz; quizás escribir el texto en letras más grandes y que sea visible para quienes participen de este momento de intimidad con la Palabra que es siempre intimidad con nuestros traspasados, con nuestro Pueblo. Nos podrían ayudar, como signos también, la quema de un poco de incienso, el globo terráqueo, mapamundi o nuestra geografía más particular. Todo lo que ayude a la interiorización y profundización nos es muy  válido.

 

  1. Invocación del Espíritu Santo

Volvemos la mirada al título, a palabras que nos interpelen, dejamos que ellas nos inquieten el corazón. Invocamos la presencia del Espíritu. Podemos escuchar o cantar suavemente “que todos seamos un fuego” (de E. Velasco). Démonos tiempo para que el Espíritu nos invada, que él nos sintonice, nos convoque y nos anime en este compartir la Palabra.

 

  1. Proclamamos nuestro Credo Sacricordiano

Reglas 15. En nuestra reflexión-meditación nos situaremos desde la perspectiva que como Congregación queremos vivir. Que sea el creer en este poder del amor el que nos acompañe en nuestra travesía mar adentro con la Palabra y el fuego.

 

  1. Lectura del texto bíblico. LEER: ¿qué dice el texto?

Leemos toda la perícopa de Lc 12,49-53 pausadamente. Nuestra atención la centramos en el verso 49 y de él tomar las interpelaciones que nos puedan llegar. Dejarnos tocar por verbos y sustantivos. Preferible tener traducciones diversas para poder tener más riqueza a la hora de compartir. Una música suave de fondo... Releer despacio, pausado. Contemplando la ambientación que nos acompaña. Dejarnos quemar por ese fuego que “arde sin consumirse”. Releer mentalmente el verso 49

 

  1. Cómo leyó el P. Joaquím el texto en cuestión

En ocasiones diversas nuestro Fundador hace mención del texto en cuestión, de manera directa cuando hace referencia en los Piadosos Ejercicios 16 y de manera más sutil en algunas cartas[1] dirigidas a las capuchinas. Nuestro Fundador interpreta el texto a partir de aquello que antes le había dicho el Hno. Trigueros  referente a la conveniencia de una Congregación de jóvenes sacerdotes bajo la advocación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María que predicasen por la isla de Mallorca metiendo fuego en los corazones[2].

...“Fuego he venido a arrojar sobre la tierra”... Y ¿de qué fuego hablaría? No hablaría, sin duda, del fuego material, sino del encendido fuego del amor de Dios en que su corazón tiernísimo se abrasaba y era su deseo se abrasasen los corazones de todos los hombres (PE 16).

 

También en otro momento nuestro Fundador, de manera sutil, hace mención a este fuego, pero “¡qué angustia hasta que se lleve a cabo!” (12,50), se ha de pasar por un bautismo fuerte, división, dolor... (12, 51-53)... “Tanto la vida de Jesús como la de su madre María, cuyos corazones estaban siempre abrasados (por el fuego) de amor a nuestras almas, fue vida no de descanso, sino de trabajo; no de paz, sino de combate; no de alegría, sino de pena; no de alivio y consuelo, sino de durísima prueba y de prolongados tormentos” (PE DOF 3,34).

 

  1. Retomamos el pasaje lucano

MEDITAR: ¿qué dice para nuestra realidad?

Leído el texto de Lc (punto 4), vista la interpretación del P. Joaquím, retomamos de nuevo el texto teniendo presente nuestro contexto vital, parroquial, nuestra realidad comunitaria, eclesial, social, congregacional, delegacional.

¿Cuáles son los “jalones” para mi vida de este verso 49 o bien de la perícopa toda? ¿Qué fuego siento en mi vida, en mi situación? ¿hay algo que quema en mí aún?  Y yo podría también decir “¿y qué quiero sino que se incendie?” ¿cuáles son mis angustias y penurias? Si entendemos la “división” como asunción real y comprometida con la Buena Nueva, ¿soy yo ente de división evangélica? ¿cómo sentimos nuestro bautismo? como fuego, algo tibio, tal vez frío...[3]

 

  1. Petición a partir de la Palabra

ORAR: ¿qué decimos a Dios?

Con el fuego que quema nos atrevemos a abrir el corazón ante el Dios que nos convoca y envía con brasas en las manos para hacer arder labios que le anuncien y corazones que inviten a la transformación de lo vigente y establecido.  Dejemos que la Palabra nos siga interpelando. La oración que brota espontánea la dejamos correr como río en su cauce.  Podríamos tomar papel y lápiz y escribir alguna petición u oración que podamos dejar y compartir con otros/as en otro futuro encuentro...

 

  1. Del dicho al hecho

CONTEMPLACIÓN: ¿Qué haremos?

Caminar con fuego en las manos nos invita al compromiso, a prender fuego en el cañaveral de nuestra historia y nuestros pueblos. Podríamos plantearnos algunos objetivos, pocos, concretos para realizarlo durante el mes como exigencia que nos invita esta Palabra que hemos compartido en la mesa de nuestra vida. El compromiso comunitario no exceptúa el compromiso que se quiera hacer personal y que la Palabra misma haya suscitado.

 

  9. Apuntes en torno al texto...

 

He venido a traer fuego a la tierra

Una aproximación a Lc 12, 49 con los ojos puestos en Joaquim Rosselló

 

1.      Así leyó el Fundador

 

Pueden resultarnos extrañas estas palabras fuertes de Jesús sobre el fuego que quiere traer a la tierra, pues nosotros contamos más con el talante pacífico de este mismo Jesús[4]. Mas nos podemos encontrar con otras variantes en torno al mismo versículo que pretendemos trabajar. Así hay estudios que en vez de leer “He venido a traer fuego sobre la tierra; y ¿qué quiero sino que arda?”, leen “He venido a traer fuego sobre la tierra, y ¡ojalá que ya estuviera ardiendo!”.  Esto es que “la mayor parte de los intérpretes asigna al ti(ti) de Lc 12,49 un valor exclamativo y no interrogativo...”[5]. Nuestro fundador lo entendió en el primero de los términos, es decir con un carácter interrogativo, mas luego explicita el sentido en que lo entiende cuando asevera “ciertamente, ese Corazón deífico de Jesús logró pegar ese fuego sagrado de caridad en el pecho de innumerables hombres cuando su venida al mundo. De modo que por el amor que profesaban a Dios sacrificaban no pocos sus haciendas, que vendían para entregar su producto a los pobres; sacrificaban su salud, sujetándose a los más excesivos trabajos y ásperas penitencias; sacrificaban su vida en medio de los más atroces tormentos y crueles martirios” (PE 16).

 

2. Estructura de texto Lc 12,35-56

2.1. Antecedentes  (12,35-48)

Tres momentos se nos presentan en la misma perícopa, pero interrelacionados entre sí: a) el señor que llega de su boda, b) alerta ante el ladrón que no sabemos cuando viene, c) el intendente fiel.

 

Los seguidores han de estar despiertos, atentos, en completa vigilancia, “ceñida la cintura y encendidas las lámparas”; el servidor fiel a quien su señor así le encuentre, puede tener la certeza de que será él mismo servido por su señor. Dichosos son quienes tengan la capacidad de estar en actitud de espera esperanzada en la llegada de su señor. O bien se debe estar “con un ojo cerrado y otro abierto”, pues no tenemos seguridad de la hora en que se presentará el ladrón en casa, contra él se ha de estar en actitud de completa alerta. O se ha de ser como el intendente que no estando el señor en la casa, sabe tratar con dignidad a los demás servidores del mismo señor. Un intendente tal es sabio y juicioso. Pero ¡ay de quien no esté a la altura de la responsabilidad que le ha sido bien encomendada!

 

2.2. Contexto subsiguiente (12,54-56)

En estos versículos nos encontramos con una exhortación abierta a toda la gente, exhortación que viene cargada con una palabra fuerte: hipócritas. Cómo es posible reconocer perfectamente los signos de la naturaleza, atmosféricos (del cielo y de la tierra) y no hay la capacidad interior para reconocer “el signo de los tiempos” que está delante de ellos.

 

 

2.3. Algunos paralelos[6]

En el evangelio de Tomás encontramos “Jesús dijo: he venido a echar fuego a la tierra y estoy esperando que arda”. Se da una coincidencia entre este evangelio de Tomás y unas palabras que transmite Orígenes “Quien está cerca de mí, está cerca del fuego; quien está lejos de mí, está lejos del Reino” (242). Viendo esto, se pone en coincidencia el fuego con el Reino.  “Lc 12,49-50 tendría que ver con Lc 17,24-25; y, a tono con la estrategia lucana, y siendo Lc 17,25 redaccional de Lc (cf. Mt 24,26), a la luz de Lc 17,25 puede considerarse Lc 12,50 como una corrección lucana a la espera del juicio del v. 49” (244). 

Para algunos “Lc 12, 49 trata del prendimiento del fuego del juicio, como consecuencia de la venida de Cristo, mientras que Lc 12,50 trata de la muerte de Jesús... Se da relevancia de este modo al anuncio hecho por el Bautista al decir de Jesús que vendrá con un bautismo de fuego (3,16), es decir que el v. 49 está más relacionado con la idea de juicio que con la idea de muerte” (cf. 244). En el v. 49 se identifica a Jesús como aquél que debe bautizar en el bautismo de fuego, y así se engancha el tema de la tensión del presente hacia el acontecimiento escatológico... la intención de Lucas sería la de modificar, mediante el v. 50, la noción del bautismo de fuego (y con ella el carácter de espera del juicio), dando mayor peso, incluso teológico, al tiempo que precede a la parusía “ (cf. 245).

 

G. Visoná ve la unidad en los vv. 49-50, y ve que la muerte de Cristo (bautismo) no se coloca en el mismo orden de cosas que el juicio (fuego), sino que aquella asume en relación con el juicio una función mediadora y catalizadora. Para él en el v. 50 se le impide a Jesús traer el fuego sobre la tierra hasta que no sea cumplido el bautismo-muerte que él mismo debe pasar. Resume diciendo que el bautismo de fuego proclamado por Juan (v.49a), que él habría querido como comenzado (v.49b), debe esperar que suceda el bautismo-muerte (v.50a), sólo así se puede llevar a cabo su misión de juez y bautizador escatológico (v.50b).

 

 

3. Nuestro texto Lc 12, 49-53

 

Bien es cierto que Jesús se dirige a la gente que le está más próxima, pero se da un giro cuando en el v.49 habla del fuego sobre la tierra, pues no se queda ya sólo en el contexto del pueblo de Israel, sino que pasa a un ámbito más universal en sus palabras, es fuego sobre el mundo entero. Una misión más extensa y abierta[7].

 

Que Jesús haya venido para traer fuego, no quiere decir que ya el fuego esté encendido en su tiempo, han de darse, por así decirlo, unas condiciones previas. Podemos observar que la segunda parte del mismo v.49  y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!  tiene un carácter exclamativo y de espera, de aquí que, osamos decir, Jesús mismo está en ascuas por ver la realización de ese deseo intenso y quemante que le arde por dentro. El v. 50 nos ilumina en esta misma línea “mas con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡cómo soy apremiado para que se cumpla!”. Sin ser meticuloso en la profundización se podría decir que los  versículos (49 y 50)  están íntimamente imbricados. De aquí podríamos ver un posible paralelismo entre uno y otro:

 

A He venido a traer fuego sobre la tierra               A’  tengo que recibir un bautismo

 


B y cómo desearía[8] que ya estuviera ardiendo                   B’ y ¡cómo soy apremiado para que se cumpla!

 

4. Una cuestión verbal (v.50)

 

El verbo sunejomai de Lc 12,50 ha sido traducido por muchos autores como “estar angustiado, oprimido”, de ahí se interpreta que Jesús “vive en una tribulación extrema”, un Getsemaní sin fin. Pero esta traducción del verbo no se impone obligadamente en este contexto. En Lc 12,50 no es el “alma triste” de Mt 26,38, ni “mi alma turbada” de Jn 12,27. “En la voz pasiva, ciertamente, sinejomai  significa ‘ser encerrado, retenido, encarcelado’, o, en sentido traslaticio, ‘ser oprimido, urgido, apremiado’, es decir, ser objeto de una violencia que afecta el cuerpo y el espíritu, pero no comporta necesariamente un matiz de angustia...”[9].  Contamos en el Nuevo Testamento con otras referencias que aluden al verbo y su significación es muy diversa de la que la mayoría de autores ha dado al verso lucano en cuestión. Por ejemplo Pablo a los Corintios dirá: “la caridad de Cristo nos urge (sunejei)”(2Cor 5,14), es el estar llamado a, es una manera de estar ante la vida, ante la realidad. También a los Filipenses: “...por ambas partes me siento apremiado (sunejomai), pues, por un lado deseo morir para estar con Cristo, que es mucho mejor; por otro quisiera permanecer en la carne, que es más necesario para ustedes” (1,23-24), y aún otro texto más “...se dedicó (suneijeto, dedicarse de lleno) Pablo a la Palabra, dando testimonio a los judíos de que Jesús es el Cristo” (Hch 18,5). En estos textos se puede observar que el verbo designa una disposición del espíritu que se siente apremiado a, urgido, “lanzado”, dedicado a... no comporta un síntoma de angustia ante lo que viene, sino más bien el deseo interior fuerte de ver la realización de un proyecto. En el caso de Jesús la realización plena del Proyecto del Reino que viene anunciando.

 

A partir de los textos antes citados, podríamos decir junto a Franco Martínez que “el verbo sunejomai puede significar ‘ser urgido, apremiado’ a realizar una acción determinada o, como señala certeramente W. Bauer ‘instar vivamente a alguien’. En un contexto en el que Jesús manifiesta abiertamente la misión que ha venido a cumplir, el bautismo de su muerte es divisado como una meta hacia la cual ‘se siente urgido, apremiado’. Su caminar hacia la muerte es un avanzar hacia el cumplimiento pleno de una voluntad superior que acepta con profunda obediencia”[10].

 

Este versículo 50 de nuestro texto tiene, de alguna manera, relación con aquello que encontramos en el Evangelio de Marcos como dicho de Jesús a los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan “no saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que voy a ser bautizado?” (10,38), en tanto que la inmersión en el agua bautismal va ligada a la participación del mismo sino de Jesús. Participar de su bautismo es participar de su muerte y de las causas que acarrean hasta que esta sea violentamente dada. Esto es lo que no entienden aquellos dos. Pero queda claro que quienes sean capaces de pasar por ese bautismo (fuego), emergerán del agua del bautismo que es Resurrección, pues “si hemos muerto con Cristo, creemos que  también viviremos con él, sabiendo que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y la muerte ya no es dueña de él” (Rm 6,8-9).

 

“Jesús vivió su misión: caminar hacia la muerte no fue para él el resultado de un destino que le invadía su espíritu de angustia, sino la firme resolución de quien, al venir a este mundo, dijo: ‘He aquí que vengo a hacer, oh Dios, tu voluntad’(Hb 10,7)”[11]. Es precisamente esto lo que nos permite asumir la connotación que hemos dado al citado verbo. Es más bien un deseo patente del mismo Jesús, una aspiración de ver esas llamaradas encendidas. 

 

5. Una vuelta a nuestro versículo (v.49)

 

Si el verbo sunejomai nos lanza hacia un horizonte por venir, si él es deseo de realización, se puede decir que el fuego (v.49) no es nada presente aún. Pareciera que ese horizonte-futuro de fuego se expresa en las lenguas encendidas que son las recibidas en el Pentecostés, lenguas de fuego que son el Espíritu derramado en los seguidores y seguidoras de Jesús. El sentido del verbo balein  tiene una carga de “violencia”, su traducción es de echar, arrojar, meter, derribar... no es exactamente el sentido de poner o dar (esto es más el sentido del verbo dídomi ). Con balein se evidencia la intervención extraordinaria de la acción de Dios en el creyente, es una conquista, después de hacerse la expulsión del Maligno[12]. Es un fuego aún no presente, por realizar. Este fuego provocará la división entre los de una misma familia (esto nos conecta con el contexto subsiguiente vv.51-53), porque el mismo Jesús es el gran signo de contradicción, la señal rebatida “mira, éste está puesto caída y elevación de muchos en Israel, y para signo a contradecir, y a ti misma, una espada te atravesará el alma, para que se descubran los pensamientos en muchos corazones” dirá Simeón a la madre de Jesús (2,34-35), “Jesús mismo está poseído del vivo deseo de ver encendido ya el fuego, la lucha; porque él ‘ha venido’ para prender este fuego en el mundo, según la voluntad divina”[13].

 

Que haya lucha, que haya división a partir de este fuego no quiere ser expresión negativa de este fuego que se “desea meter” en la tierra[14]. No. Sino que la misma presencia de Jesús se hace contradicción por la opción o contra-opción que se puede hacer del proyecto del Reino que él anuncia. Fuego ha de ser visto en sentido positivo, esto es que hace referencia al beneficio que el mismo trae a todo hombre y mujer que apuesta por esta novedad que se les anuncia. Es la coronación de su misión de salvación para todo el género humano, la relación salvífica en relación a los y las creyentes en él[15]. Juan, el bautizador,  dice del que vendrá: “Yo les bautizo con agua, pero viene el que es más poderoso que yo, al que yo no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias: éste les bautizará con el Espíritu Santo y el fuego” (3,16), y además añade que este que ha de venir “arrojará la paja al fuego que no se consume” (3,17)... Delante de este Jesús y su predicación se ha de elegir: con él contra él, no es posible ser tibio (Ap 3,16)[16]. Con lo dicho en el v. 49 se subraya, digámoslo de este modo, la dimensión cósmica que tiene este don que él hace a los suyos. El fuego que ha de coronar la misión salvífica por la que él ha venido, “y como desearía”, “y ojalá ya estuviese ardiendo”...  Quienes apuestan todo por este Proyecto “recibirán la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, y en toda Judea y Samaría, y hasta los últimos de la tierra” (Hch1,8). En esta apuesta cotidiana por el Reino se podrá ver realizado el “cielo nuevo y la nueva tierra” (Ap 21,1).

 

Fuegos santos, quemad fuegos hermosos,

id al mundo entero

para iluminar a todas las gentes

 

El ardor de este fuego es condición necesaria en Jesús para que se realice plenamente la Buena Nueva anunciada, pero este fuego, ya lo hemos dicho, no es “algo que le retiene o le provoca angustia, sino un plan de Dios que urge su cumplimiento... ‘un ardiente apetito hacia su propia entrada en la prueba’... ‘el secreto de su querer fuego y bautismo reside ciertamente en su papel positivo de mediar de alguna manera en el amanecer de la nueva era, la consumación y restauración del reino de Dios’”[17].

 

6. Referencias al fuego[18]

 

Interesantes nos resultan las referencias a este fuego como acción del Espíritu actuante en los discípulos o como crisol que verifica nuestro obrar:  En Hch 2,1-4: lenguas de fuego que irrumpe y se posa; 1,4-8: recibirán la fuerza del Espíritu Santo...; 10,44: durante la predicación de Pedro cayó el Espíritu Santo sobre los que escuchaban la Palabra...; Tit 3,5-6: baño de regeneración y renovación del Espíritu Santo; 1Cor 3-13: ...el Día la pondrá en claro, porque se revelará en el fuego, y ese mismo fuego probará cómo es la obra de cada cual... el mismo será salvado, pero como a través del fuego; Hb10,27: fuego como devorador de los adversarios; Hb 12,28: Dios presentado como fuego devorador; en el Apocalipsis se presenta al Hijo de Dios como el que tiene sus ojos como llama de fuego... (Ap 2,18); [19].

 

 En el Antiguo Testamento, nos dirá Fitzmyer, el fuego nos ofrece diversidad de connotaciones, pues éste puede ser tanto instrumento de purificación (Lv 13,52; Nm 31,23), o bien un signo discriminatorio (Jr 23,29; Is 33,14) o un elemento punitivo (Gn 19,24; Éx 9,24; Sl 66,12...). Aunque uno tenga inclinaciones por estos matices, el fuego del que se habla en Lc 12,49 está más relacionado con Lc 3,16; sólo que ahora los efectos de esa realidad amplían sus virtualidades hasta afectar la misma tierra[20]. Unas referencias veterotestamentarias que van más ligadas al contexto de los versículos 51-53 de Lc 12 (en tanto que división) nos las dan los libros proféticos de Zacarías y Miqueas. En Zac 13,3: “Y acontecerá que cuando alguno profetizare aún, le dirán su padre y su madre que lo engendraron: No vivirás, porque has hablado mentira en el nombre del Señor; y su padre y su madre que lo engendraron le traspasarán cuando profetizare”. Es la negación en la propia familia, padre y madre, de escuchar aquello que dicen los profetas, negación total de las palabras que Dios pronuncia por boca del ungido.

 

Miqueas, por otro lado, presenta y denuncia la situación de penuria en su pueblo. Tan angustiante es la situación que: “No crean en amigos, ni confíen en príncipes; de la que duerme a tu lado cuídate, no abras tu boca. Porque el hijo deshonra al padre, la hija se levanta contra la madre, la nuera contra su suegra, y los enemigos del hombre son los de su casa” (7, 5-6). Este texto de Miqueas, con ligeras variaciones, es el que se retomará en el Nuevo Testamento. En el profeta esta expresión se encuentra situada en una unidad que podríamos nominar como “lamento del profeta” por la situación que atraviesa su pueblo, no se trata ya de un pueblo fiel a Yavé; por la corrupción imperante ya está próximo “el día del Señor”, pues los que dirigen el pueblo se aprovechan de él, el príncipe demanda, el juez juzga por recompensa, el mejor de entre el pueblo es como el espino, el más recto como zarzal (cfr. Miq 7,3-4), el que entre en relación con ellos saldrá lastimado. De todo esto se lamenta Miqueas, pero deja su corazón y su mirada fija en el Dios de la Salvación, en el Dios que le escucha, y queda a la espera de ese “día de Yavé” que vengará y juzgará.  “Los evangelios tienen en mente no un castigo vengador por una falta de fidelidad a Dios, como Miqueas, sino las posibles consecuencias de un seguimiento radical de Jesús. Puede que haya de sacrificar tus vínculos naturales por la imitación de Cristo...”[21].

 

Los tiempos mesiánicos, con la presencia y palabra de Jesús, ya han llegado. Podría ser que el evangelista tenga en cuenta los dichos del profeta y hace una aplicación en su contexto, en su comunidad. En Miqueas tiene, esta división, un matiz “negativo” (o vengativo del Señor ante el pueblo); en Lucas, Jesús, signo de contradicción, será la causa de esta división. División, como ya hemos señalado, que será en pro o en contra de una opción (Lc 14,26). La opción por el Reino que el mismo Jesús  pronuncia, anuncia...

 

7. Rayando en una posible conclusión

 

Posible decimos y no única, pues los contextos y las geografías varían. De acuerdo a cada tiempo y espacio la Palabra, que permanece siempre la misma, nos iluminará en el proceso y en el acompañamiento con fuego de nuestras comunidades variopintas. No nos metemos en “camisa de once varas” ni queremos llevar el texto “por los pelos” para que él diga lo que es nuestro decir y pensar. Simplemente nos dejamos llevar por las campanadas de la misma Palabra que hace resonancia en el corazón. 

 

El P. Joaquim, vivió su época, y en su tiempo y geografía, la pequeña Mallorca, el texto en cuestión tuvo su resonancia, tuvo sus brasas y sus ascuas para la misión que él mismo se sintió encomendado, siempre  pasando por la vida con el corazón en las manos, pues todo era (como lo sigue siendo) “obra de Dios y no mía”. Sería anacrónico poner en boca de nuestro Fundador lo que hemos venido comentando en torno a este fuego encendido que Lucas nos trae. De lo que sí podemos estar más que seguro es que, siendo nosotros sus  hijos y conociendo a nuestro padre, hoy este fuego que cantamos y queremos transmitir y vivir está muy acorde con el tam-tam de las campanadas que el mismo badajo de la Palabra tocó en el corazón de Joaquim un siglo atrás. Como discípulos de Emaús que sienten el corazón arder retomamos las palabras en la Palabra para anunciar este fuego que quema en los huesos (Jr 20,9), ella es fuego en la boca que anuncia y consume (Jr 5,14). Palabra que no se puede contener en el cuerpo. Palabra que sale por los poros si dejamos que ella se haga ascuas en nosotros. Es esta misma Palabra que como brasa en la boca nos envía, nos empuja a la misión (Is 6,6-8). Esta es la Palabra-fuego que nos hace decir “envíame a mí”.

Es fuego tu palabra que mi boca quemó,

tus brazos ya son llamas y ceniza mi voz.

Déjate quemar si quieres alumbrar,

no temas, contigo estoy.

 

En este fuego somos convocados. En este fuego nos queremos consumir en anuncio de Buena Nueva. Espíritu-fuego derramado como un Pentecostés para proclamar sin miedo que el Reino ya está presente, que hemos de hacerlo más visible desde nuestra opción radical en medio de y con nuestros traspasados.

 

“Joaquín, fuego de Dios; Joaquín, testigo de amor”

 

toni ramos valdez, msscc

Comunidad P. Karuranga,

Yaoundé marzo 2004

* Anexo: Algunas traducciones

49 Yo he venido para echar fuego sobre la tierra; y ¡cómo quisiera que ya estuviera encendido! 50 Pero de un bautismo tengo que ser bautizado, y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla! 51 ¿Pensáis que vine a dar paz en la tierra? No, os digo, sino más bien división. 52 Porque desde ahora en adelante, cinco en una casa estarán divididos; tres contra dos y dos contra tres.  53 Estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra. (LBA)

 

49 Fuego vine á meter en la tierra: ¿y qué quiero, si ya está encendido?  50 Empero de bautismo me es necesario ser bautizado: y ¡cómo me angustio hasta que sea cumplido!  51 ¿Pensáis que he venido á la tierra á dar paz? No, os digo; mas disensión.  52 Porque estarán de aquí adelante cinco en una casa divididos; tres contra dos, y dos contra tres. 53 El padre estará dividido contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra. (R-V1909)

 

 

49 Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido? 50 De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla! 51 ¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión. 52 Porque de aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres. 53 Estará dividido el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra. (R-V1960)

 

49 He venido a echar fuego en la tierra. ¡Y cómo quisiera que ya estuviese encendido!  50 Tengo un bautismo con que ser bautizado, ¡y cómo me angustio hasta que se cumpla! 51 ¿Pensáis que he venido a dar paz en la tierra? ¡Os digo que no, sino a causar división!

52 Porque de aquí en adelante cinco en una casa estarán divididos: tres contra dos y dos contra tres. 53 El padre estará dividido contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.

(R-V1989)

 

49 "Fuego vine a echar en la tierra. ¿Y qué quiero, si ya se ha encendido? 50 De un bautismo tengo que ser bautizado. ¡Y cómo me angustio hasta que se cumpla!  51 ¿Pensáis que he venido para traer paz a la tierra? Os digo: no, sino enemistad.  52 De aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres; 53 estará dividido el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra. (R-V1995)

 

 **LBA = La Biblia de las Américas // R-V = Reina Valera. Más al alcance de nuestras manos están las traducciones de la TOB = traducción ecuménica de la Biblia, La Biblia de Jerusalén, la Biblia Pastoral...



[1] Podemos ver nuestra Col·lectanea XI de abril 1984; Jaime Reynés presenta allí las citaciones que hace nuestro Fundador.

[2] Ver  a Jaime REYNÉS-MATAS,  “Libro Azul”, 287.

[3] Otras preguntas pueden surgir, aquellas que nos interesen y nos toquen más el corazón. No necesariamente hay que  responderlas  todas, sino como ayuda en la reflexión-interiorización.

[4]Algunas palabras de Jesús frente a la inminencia del reino, al ser pronunciadas en un contexto de urgente conversión y leídas con otra óptica, podían causar equívocos políticos: ‘no he venido a traer paz, sino la espada (Mt10,34); ‘he venido a traer la división’ (Lc 12,51)’...  Evidentemente, Cristo no quiso la violencia. Por el contrario, manda que amemos a nuestros enemigos (Mt 5,44-48). En la hora que podía echar mano de ella, ordena prontamente: ‘vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñan la espada, a espada perecerán (Mt 26,52)’”, BOFF, L. Jesucristo y la liberación del hombre, Madrid 1981. 127

[5] FERNÁNDEZ-LAGO, J. “Fuego he venido a traer sobre la tierra” (Lc 12,49-53), EstBib 57 (1999) 240.

[6] Sigo a FERNÁNDE-LAGO, los números entre paréntesis remiten a la página del citado artículo.

[7] Cfr. GAMBA, G. “Il detto di Gesù sul fuoco (Lc 12,49) e la persecuzione dei cristiani del 64 d. Cr.”, Salesianum 60 (1998) 684.

[8] La gran mayoría de autores traduce el verbo como estar angustiado...

[9] FRANCO-MARTÍNEZ, César Augusto, “Lc 12,50: ¿Angustia de Jesús ante su muerte?”, EstBib 50 (1992) 426-427.

[10] FRANCO-MARTÍNEZ... 427.

[11] FRANCO-MARTÍNEZ... 441.

[12] Más desarrollado en GAMBA, G. “Il detto di Gesù sul fuoco (Lc 12,49)... 688. Ver los textos que él mismo nos presenta: Mt12,22-30; Mc 3,22-27; Lc 11,14-23, 1Cor 3,16-17; 6,19; Rm 8,11-15.

[13] SCHMID, J. El evangelio según san Lucas, Barcelona 1973, 325.

[14] Bueno es recordar que cuando Santiago y Juan piden al Señor arrojar fuego contra los samaritanos que no acogieron a Jesús porque éste tenía la intención de seguir hacia Jerusalén, dice el texto que Jesús les regaño, Lc 9,51-55

[15] Cfr. GAMBA, G. “Il detto...” 689.

[16] Siguiendo a BOFF, L,: “La actuación de Jesús produce crisis en los oyentes. Crisis significa decisión y enjuiciamiento. Ellos deben decidirse a favor o en contra de Cristo. Esa crisis y decisión significa de hecho una escisión entre la luz y las tinieblas (Jn 3,19-20), vida y muerte, salvación y perdición (Jn 5,24; 8,39). Por tres veces dice el evangelista Juan que Cristo, por sus actitudes y palabras,  provocó un cisma en el pueblo (Jn 7,43; 9,16; 10,19) es decir, produjo una crisis que lo llevó a una ruptura-decisión a su favor o en contra. Cristo es la crisis del mundo: éste se trasciende y así se salva, o se cierra en sí mismo, quita de en medio a Jesús y se pierde... Jesús se convirtió en un peligro para el orden establecido...”, Jesucristo y la liberación... 128-129.

[17] FRANCO-MARTÍNEZ en la página 440 hace cita de MEYER, B. F., The Aims of  Jesus (London 1979) 216.

[18] FERNÁNDEZ-LAGO, J., “Fuego he venido...” desarrolla más ampliamente,ver páginas 247-254

[19] Otras muchas referencias podemos encontrar y de las más variadas índoles en torno al fuego como señal de castigo, como juicio, crisol, ángeles apocalípticos, fuego flameante para hacer justicia...

[20] FITZMYER, J. A., El evangelio según san Lucas, III traducción y comentario capítulos 8,22-18,14, Madrid 1986, 500.

[21] HOLMAN, J.,  “Miqueas” en Comentario Bíblico Internacional, Pamplona 1999, 1058.

     Agapito Antonio Ramos Valdez, msscc