«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?» (Lc 24,32)


 

  

 

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(Caminar con el corazón ardiente)

  1. Ambientación

Si se trabaja este texto con un grupo más amplio (MLSSCC u otras personas o grupos de nuestra parroquia) que el de nuestra comunidad de religiosos, no estaría mal que el lugar-físico para la Lectio Divina esté preparado y decorado para la acogida;  ello facilita la apertura del lugar-interior de cada persona que quiere compartir a partir de la Palabra. Sugerimos, para este encuentro, la utilización de la vasta iconografía de la Congregación en torno a los Corazones... El dossier de E. Velasco y la Página web pueden ser de muy buena ayuda.

           

  1. Invocación del Espíritu Santo

Tomando como base el título propuesto, podríamos pedir la presencia del Espíritu para este tiempo en que se compartirá la Palabra de Dios. Alguna canción nos puede ayudar a sintonizar, quizás una música suave de fondo. Todo cuanto contribuya a sumergirnos en el camino y en la búsqueda para el Encuentro con el Señor que siempre nos convoca.

           

  1. Proclamamos nuestro Credo Sacricordiano

Reglas 15. En nuestra reflexión-meditación nos situaremos desde la perspectiva que como Congregación queremos vivir. Que sea el creer en este poder del amor el que nos guíe en esta andadura.

 

  1. Lectura del texto bíblico. LEER: ¿qué dice el texto?

Tomamos Lc 24,13-35. Mejor si contamos con diversas traducciones, ello enriquece más la reflexión y algunas que otras palabras, verbos, nos interpelarán. Recomendamos leer despacio, sin prisa, de tal suerte que puedan quedar en nosotros/as marcadas aquellas frases, versículos que nos tocan de manera especial. Una vez leído, dejamos unos minutos en silencio o bien con la música de fondo para que cada quien pueda sumergirse en el camino que va de Jerusalén a Emaús.  Hay que “rumiar” cada verso para que se haga nuestro.

 

  1. Cómo leyó el P. Joaquím el texto en cuestión

En un sermón para la Fiesta de Pascua hace mención del v.32 de este capítulo 24: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?.

Allí “afirma la tesis: Cristo resucitó al tercer día, como lo había anunciado a los apóstoles. Pruebas: las apariciones, se dejó tocar, comió con los discípulos, se elevó al cielo. Si no hubiese resucitado, sería vana nuestra fe (...)[1].

 

No ha de resultarnos extraño que, para su tiempo, nuestro fundador hiciera uso de alegorías para explicitar el mensaje del texto, “no responde a las exigencias de la exégesis actual...”[2]. Para el P. Joaquím la resurrección de Jesús es “modelo de nuestra resurrección del sepulcro del pecado. Así como él rompió las ligaduras, nosotros todo lo que nos ate. La piedra rodada es nuestro vicio dominante. Los guardias vencidos, nuestras pasiones. Ya no muere, como tampoco nosotros por una perseverancia hasta el final”.[3]

 

  1. Retomamos el pasaje lucano

6.1 MEDITAR: ¿qué dice para nuestra realidad?

Leído el texto de Lc (punto 4), vista la interpretación del P. Joaquím, retomamos de nuevo el texto teniendo presente nuestro contexto vital, parroquial, nuestra realidad comunitaria, eclesial, social, congregacional, delegacional.

¿Qué nos llama la atención-interpela? ¿cómo se puede ser “ciego a pleno día” (de Jerusalén a Emaús) y luego regresar por una “oscuridad luminosa” (de Emaús a Jerusalén)? ¿Cómo poner en ascuas nuestro corazón?

 

  1. Petición a partir de la Palabra

ORAR: ¿qué decimos a Dios?

Dejar que brote la espontaneidad de un corazón que arde.

Sugerimos, si posible fuese, tomar apuntes de nuestras oraciones, de nuestros comentarios para luego poder compartir con otros.

Nuestras vidas ¿tienen sus huidas a Emaús? En nuestra comunidad  ¿podríamos regresar en “la noche oscura” al Jerusalén conflictual de nuestra realidad?

 

  1. Del dicho al hecho

CONTEMPLACIÓN: ¿Qué haremos?

Proponemos que se asuman unos compromisos verificables (como congregantes, ML, grupos diversos) que se puedan realizar en todo el mes. Concretizar y compartir con otros para obtener así mayor riqueza de la misma Palabra. Hay otros compromisos que se asumen de manera más personal e interna en cada persona, esos quedan para nuestro fuero.

 

  1. Apuntes en torno al texto

Estos apuntes van puesto intencionalmente en último lugar. Pues lo que interesa es la reflexión personal-grupal. Luego, sólo luego, recomendamos la lectura de estas líneas.

 

Lc 24,13-35[4]: El texto que nos ocupa puede ser considerado como una gran catequesis de Lucas para las comunidades presentes y futuras. Catequesis que, necesariamente, ha de terminar en celebración, pues un corazón que se quema con el fuego de la Palabra Viva no puede hacer otra cosa que no sea celebrar y cantar y correr de gozo anunciando la Buena Noticia a los pobres (Lc 4,18ss).  Nuestro Lucas es el evangelista “pintor” , cantor, el evangelista que tiene presente siempre el corazón en sus relatos (cfr. Lc 1,17; 1,66; 2,19; 2,35; 2,51, 2,15, 6,45, 8, 12.15 ... ). En nuestro texto es el corazón que da señales de entendimiento, el que empieza a comprender en el camino con las palabras de aquel “extraño conocido” que se hace próximo-prójimo de quienes van en el camino.  Andando por el camino, te tropezamos, Señor, te hiciste el encontradizo, nos diste conversación, tenían tus palabras, fuerza de vida y amor, ponían esperanza y fuego en el corazón...”.

 

Todo este relato quiere responder a una inquietud de la comunidad lucana, a su contexto vital, se pregunta la comunidad: “si Jesús está vivo, como han dicho algunas mujeres, ¿dónde podremos encontrarlo?”. La respuesta la dará el “catequista ambulante”: Me encontrarán en la historia de Salvación-Liberación de mi pueblo (Moisés y los profetas) y en el partir el pan. No hay mejor ni mayor respuesta. Esta liberación del corazón y este compartir el pan, es la presentación de ese amor radical de Dios por los sencillos, atribulados y sufrientes de su pueblo. Los tontos y lentos de corazón se dinamizan y se encienden sus pechos para poder comunicar y hacerse servidores de la Palabra.

 

Veamos los caminantes, sus actitudes en la vida. Se retiran de Jerusalén, el lugar de la ejecución, el lugar donde el Proyecto de ese Jesús de Nazaret, ha sido roto, van cabizbajos, las esperanzas que tenían se difuminan, se apagan, no llevan luz. Van cuando la tarde está bien entrada, en el momento que falta poco tiempo para que se oculte el sol. Están ofuscados, van por el camino, pero no hay luz que brille en sus ojos, se han dado por vencidos (v.13).

 

Conversan de lo sucedido (¿qué cosas se habrán dicho por el camino?), pero además discutían, parece que hay conflicto[5] entre los dos (en qué no se ponen de acuerdo), quizás rabia por ver que todo un proyecto se ha caído (y ahora ¿quién será salvación para este pueblo oprimido, quién nos liberará, de dónde surgirá uno como Aquél Jesús, cuánto tiempo falta esperar a Israel para su liberación de la opresión?). Acaso no podrán ver la actuación de Dios con brazo fuerte rompiendo las cadenas del pueblo (cántico de Simeón). Quizás esto o mucho más es el motivo para discutir entre estos desesperanzados (o bien un desesperanzado y una creyente vv.14-15). Es en esta situación de no-luz que se aproxima Jesús, se hace cercano “el encontradizo”, se pone a caminar a su lado, a compartir, en un primer momento desde el silencio, camina desde su situación real, no tienen luz, desde su desesperanza...

Los ojos, a pesar de que se camina, siguen cegados, no hay manera de ver, hace falta una palabra que comunique o bien hace falta la pregunta que suscite un movimiento del corazón. La pregunta que provoca, que interpela, que busca respuestas, ¿qué es lo que ustedes discuten mientras caminan? Es decir, que caminan en la dirección contraria y, además, van andando en la ofuscación.  Se detienen, la intervención del caminante (que también parece venir de Jerusalén) les deja boquiabiertos (¿cómo es posible que no lo sepa, si este es el comentario del día, la noticia de último minuto... cómo no se puede saber?) (v.18).  Pero, ¿no parece extraño también, por parte de los dos caminantes, que sea el mismo día que anuncian las mujeres la Resurrección, que no hayan sido capaces de esperar un momentito más, algunos días, a ver qué pasaba realmente...? No. Se van de camino.  ¿O es que acaso no quieren acabar como acabó aquel a quien estos dos[6] quisieron seguir?, ¿se ha desatado alguna persecución?

¿Qué es lo que ha ocurrido en Jerusalén? Jesús insiste, quiere respuestas, quiere apertura del corazón, que se exprese eso que sienten, que sean capaces de abrir la boca a un extraño que se les presenta en el camino, que “anuncien”, que al menos expresen de viva voz su desesperanza, sus angustias, su discusión, su conflicto interno e interpersonal ... es el primer paso.  Hablan de Jesús el Nazareno, que llegó a ser profeta... Ya empieza a darse un reconocimiento de este Jesús, por ahí tomará el mismo Jesús la palabra para hablar de lo que debía ocurrir.  Ellos, se hacen, sin saberlo, predicadores de la Palabra, lo único es que aún hay sombras en sus ojos y en su corazón, pues el camino sigue hacia Emaús. Fue profeta ante Dios y ante todo el pueblo (v.19), pero los sacerdotes (religión) y nuestros jefes (política) lo condenaron a muerte, lo crucificaron, lo mataron (v.20)...  Con él mataron también nuestras esperanzas, ya hace tres días de estos hechos (v.21).  Los poderes se aliaron para acabar con uno que se pasó haciendo el bien (Hc 10,38), uno que denunció los males que se cometían contra el pueblo y anunció tiempos mejores por venir:  felices los pobres porque es de ellos el Reino de Dios”(6,20ss).

Aún hay cerrazón, parece muy difícil creer en el anuncio de las mujeres, parece que no se quiere reconocer la posibilidad de esta resurrección, o bien se encierra el machismo que no concedía la palabra a la mujer, y mucho menos el crédito, a estas mujeres, semejante “disparate”. Parece un tanto despectivo cuando dicen[7]han venido diciendo...”. Son las mujeres las que se alzan de madrugada, cuando aún es oscuro para ir al sepulcro, son ellas las que perciben que el cuerpo no está presente allí. Esta ausencia de Jesús es una evidencia de que la Vida no cabe en el lugar de la muerte, la tumba necesariamente tiene que estar vacía, es esto lo que le anuncian los dos hombres ( ángeles vv. 4. 23. ).  El v.23 es el centro de todo este texto, se da el anuncio claro, anuncio que le resulta oscuro a quienes no quieren abrir los ojos a la realidad más palpable: Él Vive. Para ver si es cierto lo que dicen estas mujeres tienen que ir otros (varones), pero como no ven a Jesús, dejan en duda las palabras de las mujeres (v.24).  Hasta aquí llega la intervención directa de los discípulos de Emaús... (o de Cleofás), ahora se inicia un nuevo proceso en línea ascendente.

Jesús es el exegeta de la Historia de Salvación de Israel. Se inicia con los textos que  hacen referencia a todo este proceso por el cual debía pasar el pueblo, empezando por Moisés (La Torah) y los profetas (nebim) les explicó toda la Escritura (ketubim); está en el fondo de esta predicación que pone el evangelista en boca de Jesús, todo el tema fundamental de la predicación que realizan los Apóstoles que han creído en el Señor (1Cor 15,1-11).  Así, con esta exégesis se deja claro que la Pasión y Resurrección deben ser vistas desde la Escritura. Todo es parte de este Proyecto de Dios con su pueblo, es por ahí la línea que quiere marcar Jesús. Para este fin se debe tener el corazón despierto y en alerta, listo para dar el salto. Este anuncio entronca con todo el credo primitivo de la Comunidad (1 Cor 15,3-8). No se puede estar con el corazón frío, es necesario encenderlo, un corazón caliente, despierto, está preparado para la tarea de anunciar y comprometerse con lo anunciado por Jesús en toda su vida (vv.25-27).

 

El camino hacia Emaús se acaba, la conversación está encendida, los dos ya deben quedarse, pues han llegado al pueblito al que se dirigían... Jesús lo sabe, hace ademán de seguir un poco más adelante, la noche ya está entrada, pero el camino para Jesús continúa, puede seguir en la espesura de la noche oscura; pero he aquí que retumba el corazón de los caminantes, se hacen solidarios con aquél desconocido, le invitan a quedarse hasta el día siguiente, hasta que haya nueva luz para seguir la jornada (vv.28-29).  Ahora, si es verdad que iban navegando en la desesperanza, se da un cambio fuerte en su interior, abren la puerta de su casa, de su corazón: Esto es cumplir las palabras de Jesús, amar a los demás, ser solidarios, tener la capacidad de acogida. Algo del mensaje inicial ha quedado en esta pareja y se le despierta con las nuevas palabras que le dicen al viajero, al Jesús del camino: “Quédate con nosotros...”  y él entró. “Mira que estoy a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré a su casa y comeré con él, y él conmigo” (Apc 3,20), se puede exactamente aplicar a los dos de Emaús estas palabras de Jesús.

 

Se inicia la liturgia del compartir, esto es celebrar. Una vez dicha la Escritura, se hace necesario el compartir lo que se tiene, en este caso el pan.  Pero es Jesús mismo que vuelve a partirse, se repiten los mismos gestos de la última cena, ahora sólo con dos que son la representación de todos aquellos que, de cuando en vez, salen del lugar del conflicto y de la Resurrección para irse a un lugar apartado, a un Emaús cualquiera, lejos del lugar “peligroso”. “Tomó pan, dijo la bendición, lo partió y se lo dio” (cfr. Mt 26,26; Mc 14,12; Lc 22,19; 1 Cor 11,24).  “La sola predicación de la Escritura no produjo en los discípulos el reconocimiento; la fracción del pan es el momento en que se verificó el redescubrimiento de Jesús” (J. Caba). La Escritura produce el ardor apasionante del corazón que invita a celebrar eso que se vive con fuego por dentro, el pan partido y com-partido es el que estalla la alegría de reconocer a Jesús y reconocerse ellos mismos como pan que se parte y com-parte, “pan compartido para la boca de los pobres” (vv.30-32).

 

Una vez que se celebra se debe expandir lo celebrado, lo festivo, lo alegre, lo lúdico, lo que se goza con toda profundidad necesariamente debe ser compartido, entregado de gratis, como donación, es por ello que esta pareja se alza y ya no teme a la oscuridad de la noche que les cayó encima, ya no les preocupa el horario ni la distancia si de comunicar a otros la alegría se trata. Retornan al lugar de lo conflictual, allí es que se ha de dar la batalla, pero una batalla que se lleva y se vive con alegría “contra el optimismo no hay vacuna” (M. Benedetti). Son ahora optimistas de la Resurrección, quieren comunicar lo que han vivido a los Once, narrar su experiencia, pero ya aquellos lo saben, pues también se le apareció a Pedro (33-34)... 

 

Pareciera que ya no es necesario que comuniquen su experiencia si ya aquellos se les adelantan y les dicen que es verdad, que ellos también lo saben, pero muy al contrario, la pareja no puede ya quedar callada con el gozo de Vida que llevan dentro. Comunican lo suyo, lo expresan. Cada quien tiene una experiencia que contar de este Jesús y las experiencias y vivencias no se pueden quedar dormidas en nuestro interior, esto es lo que pasa con esta pareja que se había ido hacia Emaús entre conflicto, discusión y desesperanza.  Narran y les hacen saber a los Once y los demás que estaban con ellos, la singularidad de este Jesús que se hace nuevamente pan, y pan compartido. No hay posibilidad de autenticidad cristiana si cada uno no es pedazo de pan para el otro, la otra para los demás. Esto lo entendieron muy bien, para esto les ardía el corazón, para esto se les abrieron los ojos y para esto ponen todo su empeño en el retornar al lugar de partida para seguir anunciando la Palabra de Vida.

 

Resumiendo: La intencionalidad de este relato no es la de presentar una aparición más de Jesús (hubo muchas cfr 1Cor 15,1-11), sino el marcado interés que tiene la comunidad lucana de presentar cuales son los elementos para reconocerle: la Escritura y el partir el pan. “La síntesis de toda la narración es la de que le reconocieron al partir el pan” (J Caba). Reconocer a Jesús en un personaje desconocido como lo era al principio cuando se le aproximó en el camino, es el gran paso que dan los dos de Emaús, abrir su corazón ardiente, abrir su casa. Parece que ya, de algún modo, la pareja anticipa el partir el pan que luego hará Jesús, pues com-parten lo que tienen, el techo para dormir, y el pan que Jesús bendice, de seguro fue puesto en la mesa por los dueños de la casa... ahí está la entrega, ahí está el mensaje dado a cada cristiano, a cada cristiana. En esto se conocen quienes son seguidores/as de Jesús “en que se tienen amor unos a otros” (Jn 13,35¸15,12), pero los otros no sólo son quienes me quedan al lado y conozco, sino el desconocido, como el Jesús que va también en el camino de Emaús.



[1] Cfr. REYNES-MATAS, J. “Los textos bíblicos de la constitución fundamental”, en Nuestra regla de vida. Comentario y estudios,  279, MM.SS.CC. 1982. En lo adelante citaremos como Libro Azul.

[2] Libro Azul, 278. Se cita a J. Amengual B. Las fuentes del culto a los SS.CC.

[3] REYNES-MATAS, J. Libro Azul, 279.

[4] Este material lo he trabajado en grupos “variopintos”: jóvenes estudiantes, seminaristas, grupo de aspirante y coro parroquial en Santo Domingo y Yaundé.

[5] Hay un interesante y sabroso artículo de G. Iriarte,  que plantea la posibilidad de que los dos discípulos sean más bien una pareja, hombre y mujer, que van camino de Emaús. La mujer entra en una discusión creyente (ella creyente plantea la discusión de quien tiene la certeza de Jesús Resucitado) y el hombre camina en la desesperanza... Pero mundo machista, la mujer tiene que acompañar a su media naranja en el camino de su desesperanza, ella no puede quedarse en Jerusalén en dónde ha empezado a manifestarse el resucitado a las mujeres en primer lugar. Uno de los argumentos que defiende esta posibilidad es que “llamaría enormemente la atención y hasta suscitaría ciertas críticas, dentro de la cultura judía, el que dos hombres fueran dueño de una vivienda tan organizada, al punto que pueden ofrecer una verdadera cena al misterioso Peregrino. Aun en nuestra sociedad, tan liberal, eso no dejaría de llamar la atención y de ser objeto de malicioso comentarios. ¿No serían más bien, los esposos Cleofás y María, los dueños de ese hogar?”, IRIARTE, G. “¿Eran realmente dos hombres los discípulos de Emaús?”, VR 91 (2001) 17.

[6] El texto habla de discípulos, no se menciona su femenino, discípula, pero ello no es óbice para no ver allí la presencia de una mujer. “...en la Biblia, así como en nuestra cultura, es muy común usar ese discutible lenguaje ‘inclusivo’ por el que, al decir ‘discípulos’ no se excluye que haya también ‘discípulas’... ” IRIARTE, G. “¿Eran realmente...”, 16.  Hemos de tomar en cuanta la cultura androcéntrica que permea también a ‘los escritores’ sagrados, hombres de su tiempo y de su historia.

[7] Nótese que en el v.18 es Cleofás quien toma la palabra para responder al caminante. En el v.19 se dice que “ellos le dijeron”. Acaso no es que Cleofás se ha tomado la palabra y habla incluso por su compañera, su inseguridad y desesperanza la hace plural al decir “nosotros esperábamos”.

     Agapito Antonio Ramos Valdez, msscc