De la devoción a la espiritualidad


Manuel Soler Palà, msscc

 

I. Devoción y Espiritualidad

 

Devoción es la actitud que implica una entrega total de sí dirigida a Dios. Desde esta perspectiva es casi un término sinónimo de espiritualidad. A saber, una opción fundamental de la vida. El marco, la clave, el punto de referencia de la persona. Sin opción fundamental el individuo se desparrama y no logra la unidad de vida.   

La espiritualidad suena mejor a contemporáneos, en detrimento del de devoción y del de santidad. Devoción lo asocian a unas prácticas piadosas, repetitivas, de pocos horizontes... La palabra santidad les sugiere un paisaje baldío y poco afable. Les lleva a pensar en los estilitas que flagelaban sus carnes con dureza.

Aunque la palabra espiritualidad es ambigua (también sirve para la Nueva Era y los diversos esoterismos), suena mejor. No le sigue la corriente al consumismo y al hedonismo. Trasciende un poco. Suena bien porque la civilización industrial ha defraudado, no obstante su productividad y eficiencia. No ha logrado construir un mundo más humano. Despierta temor ante el futuro. Atrofia el sentimiento solidario y amenaza la naturaleza, el escenario natural en que nos movemos. El ser humano necesita, pues, un suplemento de alma, tal como clamaba el filósofo Bergson.

Por lo demás, el vocablo espiritualidad conecta con “pneumatikos”. Pablo designa justamente de este modo la entera existencia cristiana. No extraña que luego haya surgido el adjetivo “spiritualis” y lo usemos con tanta frecuencia.

Numerosas son las razones por las que se ha desgastado la palabra devoción. La misma palabra que designa la actitud interior, se usa para sus manifestaciones muy concretas. Sirve para determinar relaciones con imágenes, leyendas, prácticas, oraciones vocales, tradiciones.

Factores internos y externos colaboran al desgaste. Entre los primeros, la preocupación por la cantidad, más que por la calidad. Así se llega inevitablemente a la inflación... El excesivo recurso al sentimiento. contrarresta la aridez de la liturgia, la teología y el magisterio, pero privatizan la fe. En general la fe sufre un abaratamiento y pisa el umbral de la superstición. La vida cristiana se sitúa en grave peligro de devocionalización.

Entre los factores externos es preciso aludir a los cambios de carácter técnico afectan modo de actuar y pensar de la sociedad. Mengua el modo de pensar anejo al comportamiento y el pensamiento rural. Se incrementa la comodidad, la gente está menos a la intemperie. Por otra parte la secularización afecta a una gran parte de la sociedad. La religión ya no es el elemento indiscutible y aglutinador de la sociedad. El afán consumista y hedonista irrumpe con fuerza. Las devociones se asfixian

Las devociones van vinculadas a la historia local, favorecen intensamente la celebración, canalizan profundas energías emotivas, disponen de recursos imaginativos, se relacionan con la vida y la naturaleza. Tienen, pues, sus aspectos positivos, capaces de fecundar la aridez de la liturgia, teología y magisterio.

Por lo demás, la persona requiere de fórmulas devocionales próximas a sus circunstancias. Prescindir de ellas implicaría pagar un alto precio, pues la persona vive siempre encarnada en el espacio y el tiempo. Peligra que al eliminar las manifestaciones de la espiritualidad se elimine la misma actitud interior de donde brotan. Pero queda claro que las devociones no deben alterar ni pasar por alto la sustancia cristiana: Espíritu, Cristo, Comunidad...

 

 

II. Una espiritualidad con futuro

 

Los fenómenos paranormales, la ecología, la mística, atraen hoy día y hasta se diría que hacen retorcer el ateísmo. Al respecto es oportuna la cita de Rahner: el cristiano del futuro o será un místico o no será cristiano. Y es que cuando las palabras sobran, se exige una actitud contemplativa, una fuerte experiencia mística. De ahí que la espiritualidad del futuro no debe tener las siguientes características:

a)      Un conjunto de prácticas piadosas que inciden en el ámbito individual en exclusiva. La relación con Dios no ocurrirá al margen del compromiso eclesial y social.

b)      Una antropología dualista. No contraponer “lo espiritual” a “lo material”. Como si fuera posible“salvar almas” al margen de los cuerpos.

c)      La oposición entre el aquí y el más allá.  La salvación debe acontecer en el aquí y el ahora. No creemos en la vida futura, sino en la vida eterna. No hay rompimiento entre el aquí y el más allá.

d)      La huida ante los retos humanos. Es un error acudir a Dios para eludir responsabilidades. Aunque se barnice como actitud piadosa.

Hay indicios que en el futuro la espiritualidad estará conformada por las siguientes características:

a)      La persona como valor muy relevante. Jamás se pierda valor la persona y sus derechos. Una espiritualidad que infravalora la acogida se hace sospechosa. No cabe prescindir del humanismo.

b)      La historia como lugar de la convivencia. La historia marca inevitablemente a la persona. Las elucubraciones intemporales son tachadas de ideologías interesadas.

c)      La fe se vivirá en contextos seculares y quizás adversos.  La fe no se vive sólo en el marco del tiempo, lugar y personas que etiquetamos como “sagradas”.  La fe no debe desplazar las decisiones del parlamento ni las tareas del sindicato. La sociedad se “cristifica” desde dentro, actuando como levadura, y no a base de imposiciones

d)      La dimensión estética estará bien presente. La belleza es una experiencia que remite al Creador. La belleza salvará al mundo, afirmaba Dostoiewsky. Las obras de arte recuerdan la trascendencia de la vida, no se vinculan a los elementos pragmáticos y hedonistas

Muchas son las espiritualidades: escuelas, épocas, geografías, valores relevantes... Pero todas ellas pueden reducirse a la unidad. Von Baltasar: debe ser perijorésica, como la Trinidad. Así como Padre, Hijo y Espíritu se inhabitan uno en el otro, así las espiritualidades: cada una tiene igual punto de partida: Espíritu, la fe, las bienaventuranzas, la esperanza....Luego va tomando diversas formas. Nunca pierde de vista sus orígenes, imbricadas., fecundadas..

 

 

III. El Corazón de Jesús: una espiritualidad con vocación de futuro

 

El culto al corazón de Jesús debemos catalogarlo como devoción o como espiritualidad? Habrá que discernir si tiene potencial de futuro o más bien muestra síntomas de consunción. Es devoción-espiritualidad por cuanto está capacitada para unificar la vida de fe y la moral del creyente. Es mucho más que un objeto de atención particularizado en un lugar o tiempo, centrado en una práctica periférica.

A veces se desparrama en imágenes, expresiones piadosas, fechas de calendario y prácticas. Entonces es una “devoción”. Pero no es ahí donde encontramos sus valores más auténticos. Porque la garantía de esta espiritualidad radica en su proximidad a los hechos más privilegiados de la Historia de la Salvación. Sus raíces se hunden en el NT que, a su vez, tienen que ver con el AT. La espiritualidad anda vinculada fuertemente con la Tradición, particularmente los SS. PP. La Liturgia la ha favorecido y protegido y no menos el Magisterio de los Papas.

También la actual antropología teológica tiene que decir al respecto desde dos diversas vertientes. Primera, el corazón como centro propulsor que lleva al cristiano a actuar como buen samaritano. Segunda, como símbolo de profundidad, centro de la persona que simboliza su sentir, hacer y pensar. Vamos a aludir a este punto, pues los anteriores (Biblia, Liturgia, Magisterio, etc) resultan más conocidos.

La antropología de nuestros contemporáneos es en buena parte la antropología de la postmodernidad. Una reacción contra la prepotencia de la razón en los largos años de la modernidad. Pretende recuperar el mundo de los afectos y los sentimientos. El símbolo del corazón y lo que implica encuentra aceptación. Navega a favor de la corriente.

Oportuna la exhortación a guardarse de ciertas perversiones del corazón, tal como escribió Juan Pablo II. Destacan hoy en día la corrupción institucionalizada, las adicciones, el narcotráfico, el tráfico de mujeres, la pornografía... No son meras debilidades, se nutren de una maldad más profunda, son perversiones del corazón. Precisamente la espiritualidad del corazón se distancia de la moral casuística o formalista puesto que pretende llegar hasta las profundidades del ser humano. No le basta con eliminar los síntomas.

 

 

IV. Superación de los rasgos que erosionan la espiritualidad

 

A lo largo de la historia de la devoción/espiritualidad al corazón de Jesús se han multiplicado las prácticas. En ellas es donde hoy día se hallan las dificultades y objeciones. Chocan con muchas sensibilidades. No satisfacen.

La reparación ha sido una de los objetivos más propios de esta devoción. Se asocia a una actitud reaccionaria en cuestiones sociales o levanta recelo su actitud sentimentaloide. Implica un Cristo que, una y otra vez, lamenta su estado de soledad y abandono. La reparación no hay que ponerla tanto en mortificaciones arbitrarias, cuanto en la solidaridad con la obra de Jesús a fin de recuperar la dignidad de la imagen en nuestro mundo. Recompensar injusticias, opinar a favor de los excluidos, promocionar a los que más sufre...

La comunión eucarística de los primeros viernes de mes, se relaciona con la llamada gran promesa a Sta. Margarita. Implicaba que el fiel cristiano no moriría sin sacramentos. Una repetición mecánica y aislada de dicha promesa y al margen de lñas grandes líneas cristianas inducen a una especie de comercio egoísta. Pero el trasfondo eucarístico de la Promesa mantiene un gran valor: se convierte en lugar de encuentro, en compromiso solidario y culto divino.     

La Hora Santa recuerda un estilo decimonónico, abundancia de interjecciones, insistencia en la materialidad de las frases  Tiende al sentimentalismo y al lamento. Por supuesto, detrás de la Hora Santa late la necesidad de orar, de comunicarse con Dios. Todo ello podría encontrar cauces más actuales y en sintonía con nuestros contemporáneos.

La consagración. De cuanto se refiere al culto del Sagrado Corazón sobresale la consagración (MD). Pero la consagración se devalúa cuando se la confunde con fórmula vocal al margen de la vida. Cabe recuperarla asociándola con el bautismo: de ella derivan las demás. Consagrarse al corazón de Jesús significa entonces vivir en profundidad las exigencias cristianas y poner de relieve los aspectos más cordiales del evangelio.

El Apostolado de la oración desde hace muchos años (desde 1844) se ha asociado a esta devoción. Ha sabido conectar con una gran masa del pueblo a través de diversos cauces. Quizás por ello ha tenido que pagar el precio de la trivialización de sus prácticas. Después del Vaticano II el perfil de sus adeptos tiende a ser: ancianos, pocos horizontes, prácticas puntuales... Por supuesto que cabe rescatar lo mejor del movimiento...transvasándolo en otras estructuras. Sigue siendo válido el sentido apostólico del trabajo, la aceptación del sufrimiento si es fructífero. Sigue válida la frecuencia de los sacramentos no separados de la vida...

Las imágenes más conocidas no son las más adecuadas para seducir a nuestros contemporáneos. La actual cultura es más visual que conceptual. Importan las impresiones y figuraciones externas. Busca gustos sobrios y trazos seguros. Las imágenes tradicionales dejan mucho que desear. Se adivinan rasgos sentimentaloides y hasta un tanto afeminados. Excesivo el interés por la biología. Un mundo secularizado no logra sintonizar con dichas representaciones. Tampoco los pueblos menos desarrollados encuentran ahí la solución que andan buscando.

En los últimos siglos la evolución de la devoción o espiritualidad se ha ido diversificando como en tres riachuelos o corrientes, cada uno con sus peculiares características.

Tendencia reparadora exhortando a consolar al Jesús de Getsemaní y multiplicar las horas santas. Todo ello desde una actitud más bien pasiva. Lamenta el abandono de Dios por el hombre, el pecado... Para contrarrestar una tal actitud se hace preciso analizar la realidad para saber cómo actuar. Los traspasados por la pobreza y el abatimiento, los excluidos o los sobrantes claman con fuerte voz. La cruz no es signo de mera resignación, sino gesto de protesta activa e insobornable.

Los valores intimistas, que se alimentan de la devoción destacan el paisaje interior de la persona. La intimidad tiene sus valores en torno a lo subjetivo, lo emotivo y lo existencial, pero no le debe dar espalda a otros valores importantes... o se desquilibra. No está permitido emigrar a la interioridad cuando la convivencia es injusta y hasta cruel. Hay que seguir los pasos del buen samaritano que no pasaba de largo frente al prójimo herido. Los traspasados por el odio, la injusticia, la pobreza y el desprestigio abundan en nuestra sociedad.

Resabios reaccionarios. Hay quien invoca a Dios para mantener un determinado orden vigente favorable. Luchan por el Reino que desean hacer realidad aquí y ahora. Pero lo hacen de modo maquiavélico, recurriendo la poder y a la imposición. Sin embargo, el Reino se alimenta de cuanto hay de bueno, limpio, puro y justo en nuestro mundo. La única postura válida es la invitación: si quieres...El corazón de Jesús habla de  tolerancia y de perdón frente a adúltera y ante sus propios verdugos. Su corazón misericordioso le llevó a morir a favor de sus hermanos, pero no a matar.