I.
Devoción y Espiritualidad
Devoción
es la actitud que implica una entrega total de sí
dirigida a Dios. Desde esta perspectiva es casi un término
sinónimo de espiritualidad. A saber, una opción
fundamental de la vida. El marco, la clave, el punto de
referencia de la persona. Sin opción fundamental el
individuo se desparrama y no logra la unidad de vida.
La
espiritualidad suena mejor a contemporáneos, en
detrimento del de devoción y del de santidad. Devoción
lo asocian a unas prácticas piadosas, repetitivas, de
pocos horizontes... La palabra santidad les sugiere un
paisaje baldío y poco afable. Les lleva a pensar en los
estilitas que flagelaban sus carnes con dureza.
Aunque
la palabra espiritualidad es ambigua (también sirve
para la Nueva Era y los diversos esoterismos), suena
mejor. No le sigue la corriente al consumismo y al
hedonismo. Trasciende un poco. Suena bien porque la
civilización industrial ha defraudado, no obstante su
productividad y eficiencia. No ha logrado construir un
mundo más humano. Despierta temor ante el futuro.
Atrofia el sentimiento solidario y amenaza la
naturaleza, el escenario natural en que nos movemos. El
ser humano necesita, pues, un suplemento de alma, tal
como clamaba el filósofo Bergson.
Por
lo demás, el vocablo espiritualidad conecta con “pneumatikos”.
Pablo designa justamente de este modo la entera
existencia cristiana. No extraña que luego haya surgido
el adjetivo “spiritualis” y lo usemos con tanta
frecuencia.
Numerosas
son las razones por las que se ha desgastado la palabra
devoción. La misma palabra que designa la actitud
interior, se usa para sus manifestaciones muy concretas.
Sirve para determinar relaciones con imágenes,
leyendas, prácticas, oraciones vocales, tradiciones.
Factores
internos y externos colaboran al desgaste. Entre los
primeros, la preocupación por la cantidad, más que por
la calidad. Así se llega inevitablemente a la inflación...
El excesivo recurso al sentimiento. contrarresta la
aridez de la liturgia, la teología y el magisterio,
pero privatizan la fe. En general la fe sufre un
abaratamiento y pisa el umbral de la superstición. La
vida cristiana se sitúa en grave peligro de
devocionalización.
Entre
los factores externos es preciso aludir a los cambios
de carácter técnico afectan modo de actuar y pensar de
la sociedad. Mengua el modo de pensar anejo al
comportamiento y el pensamiento rural. Se incrementa la
comodidad, la gente está menos a la intemperie. Por
otra parte la secularización afecta a una gran parte de
la sociedad. La religión ya no es el elemento
indiscutible y aglutinador de la sociedad. El afán
consumista y hedonista irrumpe con fuerza. Las
devociones se asfixian
Las
devociones van vinculadas a la historia local, favorecen
intensamente la celebración, canalizan profundas energías
emotivas, disponen de recursos imaginativos, se
relacionan con la vida y la naturaleza. Tienen, pues,
sus aspectos positivos, capaces de fecundar la aridez de
la liturgia, teología y magisterio.
Por
lo demás, la persona requiere de fórmulas devocionales
próximas a sus circunstancias. Prescindir de ellas
implicaría pagar un alto precio, pues la persona vive
siempre encarnada en el espacio y el tiempo. Peligra que
al eliminar las manifestaciones de la espiritualidad se
elimine la misma actitud interior de donde brotan. Pero
queda claro que las devociones no deben alterar ni pasar
por alto la sustancia cristiana: Espíritu, Cristo,
Comunidad...
II.
Una espiritualidad con futuro
Los
fenómenos paranormales, la ecología, la mística,
atraen hoy día y hasta se diría que hacen retorcer el
ateísmo. Al respecto es oportuna la cita de Rahner: el
cristiano del futuro o será un místico o no será
cristiano. Y es que cuando las palabras
sobran, se exige una actitud contemplativa, una fuerte
experiencia mística. De ahí que la espiritualidad del
futuro no debe tener las siguientes características:
a)
Un conjunto de prácticas piadosas que
inciden en el ámbito individual en exclusiva. La relación
con Dios no ocurrirá al margen del compromiso eclesial
y social.
b)
Una antropología dualista. No contraponer
“lo espiritual” a “lo material”. Como si fuera
posible“salvar almas” al margen de los cuerpos.
c)
La oposición entre el aquí y el más allá.
La salvación debe acontecer en el aquí y el
ahora. No creemos en la vida futura, sino en la vida
eterna. No hay rompimiento entre el aquí y el más allá.
d)
La huida ante los retos humanos. Es un
error acudir a Dios para eludir responsabilidades.
Aunque se barnice como actitud piadosa.
Hay
indicios que en el futuro la espiritualidad estará
conformada por las siguientes características:
a)
La
persona como valor muy relevante. Jamás se pierda valor la persona y sus derechos. Una espiritualidad
que infravalora la acogida se hace sospechosa. No cabe
prescindir del humanismo.
b)
La
historia como lugar de la convivencia.
La historia marca inevitablemente a la persona. Las
elucubraciones intemporales son tachadas de ideologías
interesadas.
c)
La
fe se vivirá en contextos seculares y quizás adversos.
La fe no se vive sólo en el marco del tiempo, lugar y
personas que etiquetamos como “sagradas”.
La fe no debe desplazar las decisiones del
parlamento ni las tareas del sindicato. La sociedad se
“cristifica” desde dentro, actuando como levadura, y
no a base de imposiciones
d)
La
dimensión estética estará bien presente.
La belleza es una experiencia que remite al Creador. La
belleza salvará al mundo, afirmaba Dostoiewsky. Las
obras de arte recuerdan la trascendencia de la vida, no
se vinculan a los elementos pragmáticos y hedonistas
Muchas
son las espiritualidades: escuelas, épocas, geografías,
valores relevantes... Pero todas ellas pueden reducirse
a la unidad. Von Baltasar: debe ser perijorésica, como
la Trinidad. Así como Padre, Hijo y Espíritu se
inhabitan uno en el otro, así las espiritualidades:
cada una tiene igual punto de partida: Espíritu, la fe,
las bienaventuranzas, la esperanza....Luego va tomando
diversas formas. Nunca pierde de vista sus orígenes,
imbricadas., fecundadas..
III.
El Corazón de Jesús: una espiritualidad con vocación
de futuro
El
culto al corazón de Jesús debemos catalogarlo como
devoción o como espiritualidad? Habrá que discernir si
tiene potencial de futuro o más bien muestra síntomas
de consunción. Es devoción-espiritualidad por cuanto
está capacitada para unificar la vida de fe y la moral
del creyente. Es mucho más que un objeto de atención
particularizado en un lugar o tiempo, centrado en una práctica
periférica.
A
veces se desparrama en imágenes, expresiones piadosas,
fechas de calendario y prácticas. Entonces es una
“devoción”. Pero no es ahí donde encontramos sus
valores más auténticos. Porque la garantía de esta
espiritualidad radica en su proximidad a los hechos más
privilegiados de la Historia de la Salvación. Sus raíces
se hunden en el NT que, a su vez, tienen que ver con el
AT. La espiritualidad anda vinculada fuertemente con la
Tradición, particularmente los SS. PP. La Liturgia la
ha favorecido y protegido y no menos el Magisterio de
los Papas.
También
la actual antropología teológica tiene que decir al
respecto desde dos diversas vertientes. Primera, el
corazón como centro propulsor que lleva al cristiano a
actuar como buen samaritano. Segunda, como símbolo de
profundidad, centro de la persona que simboliza su
sentir, hacer y pensar. Vamos a aludir a este punto,
pues los anteriores (Biblia, Liturgia, Magisterio, etc)
resultan más conocidos.
La
antropología de nuestros contemporáneos es en buena
parte la antropología de la postmodernidad. Una reacción
contra la prepotencia de la razón en los largos años
de la modernidad. Pretende recuperar el mundo de los
afectos y los sentimientos. El símbolo del corazón y
lo que implica encuentra aceptación. Navega a favor de
la corriente.
Oportuna
la exhortación a guardarse de ciertas perversiones del
corazón, tal como escribió Juan Pablo II. Destacan hoy
en día la corrupción institucionalizada, las
adicciones, el narcotráfico, el tráfico de mujeres, la
pornografía... No son meras debilidades, se nutren de
una maldad más profunda, son perversiones del corazón.
Precisamente la espiritualidad del corazón se distancia
de la moral casuística o formalista puesto que pretende
llegar hasta las profundidades del ser humano. No le
basta con eliminar los síntomas.
IV.
Superación de los rasgos que erosionan la
espiritualidad
A
lo largo de la historia de la devoción/espiritualidad
al corazón de Jesús se han multiplicado las prácticas.
En ellas es donde hoy día se hallan las dificultades y
objeciones. Chocan con muchas sensibilidades. No
satisfacen.
La
reparación ha sido una de
los objetivos más propios de esta devoción. Se asocia
a una actitud reaccionaria en cuestiones sociales o
levanta recelo su actitud sentimentaloide. Implica un
Cristo que, una y otra vez, lamenta su estado de soledad
y abandono. La reparación no hay que ponerla tanto en
mortificaciones arbitrarias, cuanto en la solidaridad
con la obra de Jesús a fin de recuperar la dignidad de
la imagen en nuestro mundo. Recompensar injusticias,
opinar a favor de los excluidos, promocionar a los que más
sufre...
La
comunión eucarística de los primeros viernes de
mes, se relaciona con la llamada gran promesa a
Sta. Margarita. Implicaba que el fiel cristiano no moriría
sin sacramentos. Una repetición mecánica y aislada de
dicha promesa y al margen de lñas grandes líneas
cristianas inducen a una especie de comercio egoísta.
Pero el trasfondo eucarístico de la Promesa mantiene un
gran valor: se convierte en lugar de encuentro, en
compromiso solidario y culto divino.
La
Hora Santa
recuerda un estilo decimonónico, abundancia de
interjecciones, insistencia en la materialidad de las
frases Tiende
al sentimentalismo y al lamento. Por supuesto, detrás
de la Hora Santa late la necesidad de orar, de
comunicarse con Dios. Todo ello podría encontrar cauces
más actuales y en sintonía con nuestros contemporáneos.
La
consagración. De
cuanto se refiere al culto del Sagrado Corazón
sobresale la consagración (MD). Pero la consagración
se devalúa cuando se la confunde con fórmula vocal al
margen de la vida. Cabe recuperarla asociándola con el
bautismo: de ella derivan las demás. Consagrarse al
corazón de Jesús significa entonces vivir en
profundidad las exigencias cristianas y poner de relieve
los aspectos más cordiales del evangelio.
El
Apostolado de la oración
desde hace muchos años (desde 1844) se ha asociado a
esta devoción. Ha sabido conectar con una gran masa del
pueblo a través de diversos cauces. Quizás por ello ha
tenido que pagar el precio de la trivialización de sus
prácticas. Después del Vaticano II el perfil de sus
adeptos tiende a ser: ancianos, pocos horizontes, prácticas
puntuales... Por supuesto que cabe rescatar lo mejor del
movimiento...transvasándolo en otras estructuras. Sigue
siendo válido el sentido apostólico del trabajo, la
aceptación del sufrimiento si es fructífero. Sigue válida
la frecuencia de los sacramentos no separados de la
vida...
Las
imágenes más conocidas
no son las más adecuadas para seducir a nuestros
contemporáneos. La actual cultura es más visual que
conceptual. Importan las impresiones y figuraciones
externas. Busca gustos sobrios y trazos seguros. Las imágenes
tradicionales dejan mucho que desear. Se adivinan rasgos
sentimentaloides y hasta un tanto afeminados. Excesivo
el interés por la biología. Un mundo secularizado no
logra sintonizar con dichas representaciones. Tampoco
los pueblos menos desarrollados encuentran ahí la
solución que andan buscando.
En
los últimos siglos la evolución de la devoción o
espiritualidad se ha ido diversificando como en tres
riachuelos o corrientes, cada uno con sus peculiares
características.
Tendencia
reparadora exhortando a
consolar al Jesús de Getsemaní y multiplicar las horas
santas. Todo ello desde una actitud más bien pasiva.
Lamenta el abandono de Dios por el hombre, el pecado...
Para contrarrestar una tal actitud se hace preciso
analizar la realidad para saber cómo actuar. Los
traspasados por la pobreza y el abatimiento, los
excluidos o los sobrantes claman con fuerte voz. La cruz
no es signo de mera resignación, sino gesto de protesta
activa e insobornable.
Los
valores intimistas, que se
alimentan de la devoción destacan el paisaje interior
de la persona. La intimidad tiene sus valores en torno a
lo subjetivo, lo emotivo y lo existencial, pero no le
debe dar espalda a otros valores importantes... o se
desquilibra. No está permitido emigrar a la
interioridad cuando la convivencia es injusta y hasta
cruel. Hay que seguir los pasos del buen samaritano que
no pasaba de largo frente al prójimo herido. Los
traspasados por el odio, la injusticia, la pobreza y el
desprestigio abundan en nuestra sociedad.
Resabios
reaccionarios. Hay quien
invoca a Dios para mantener un determinado orden vigente
favorable. Luchan por el Reino que desean hacer realidad
aquí y ahora. Pero lo hacen de modo maquiavélico,
recurriendo la poder y a la imposición. Sin embargo, el
Reino se alimenta de cuanto hay de bueno, limpio, puro y
justo en nuestro mundo. La única postura válida es la
invitación: si quieres...El corazón de Jesús
habla de tolerancia
y de perdón frente a adúltera y ante sus propios
verdugos. Su corazón misericordioso le llevó a morir a
favor de sus hermanos, pero no a matar. |